Este pequeño pueblo del Baix Ampordà de poco más de 4.000 habitantes (que en verano llega a los 20.000), es una auténtica joya con una profunda personalidad gastronómica e histórica reflejada en cada casa, cada calle y rincón.
Además del castillo medieval, tienes las casas indianas, las torres de defensa del siglo XVI, la iglesia gótica dedicada a San Pedro, el Casino Cultural o las Escuelas Viejas.
La Costa Brava respira tranquilidad, invita al descanso, y es el lugar perfecto para relajarte también en una de sus playas o calas: una de las más conocidas, la Cala Sa tuna.
Sus casitas en medio de estrechas callejuelas, aún conservan el encanto del viejo puerto pesquero y unas impresionantes vistas al mar, que sin duda la convierten en un lugar perfecto de la Costa Brava para desconectar.
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